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Madrid, 27 de enero de 2020 - Cada año, en España se diagnostican más de 32.500 casos nuevos de cáncer de mama, según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), convirtiéndolo en el tipo de cáncer más frecuente en mujeres. La incidencia ha aumentado debido principalmente al estilo de vida, la obesidad, el estrés o el sedentarismo. A pesar de ello, la detección precoz gracias a las mamografías que se realizan periódicamente y a la mejora en los tratamientos ha conseguido que la tasa de mortalidad en España se posicione como una de las más bajas de Europa.

Existen ciertos factores que pueden aumentar el riego de padecer cáncer de mama como, por ejemplo, las mutaciones u otros síndromes genéticos. Así, los antecedentes familiares o personales pueden suponer un riesgo, pero en un gran porcentaje de los tumores detectados no existe relación familiar. Por este motivo, es fundamental el cribado de cáncer de mama en todas las mujeres no solo según su edad, sino también según su tipo de mama.

“La prueba que nunca puede faltar es la mamografía, una prueba que es capaz de detectar el cáncer cuando todavía no se toca ya que, cuando un cáncer es palpable, normalmente tiene un estadio más avanzado, peor pronóstico y requiere tratamientos más agresivos”, explica la doctora Silvia Pérez Rodrigo, jefa del Servicio de Radiología de la Mama en MD Anderson Cancer Center Madrid. Sin embargo, es justo en esa fase temprana de detección donde se hallan las dificultades para encontrar posibles anomalías según el tipo de mama del paciente.

Actualmente, existe un sistema llamado BI-RADS (Breast Imaging Reporting and Data System) que, además de facilitar la interpretación y comunicación de los resultados de una mamografía/ecografía mamaria, clasifica las mamas según su densidad (cantidad de grasa o tejido mamario) en cuatro grupos. Esto nos va a decir qué riesgo se tiene según el tipo de mama y la dificultad que existe para detectar un posible tumor.

Tipos A y B

  • Mama grasa: Predomina la grasa sobre el tejido mamario. En este caso, el diagnóstico es muy sencillo.
  • Mama grasa con densidades fibroglandulares dispersas: Al igual que en la tipo A, predomina la grasa, pero la mayor parte del tejido mamario es no denso. Presenta áreas dispersas de tejido fibroso y glandular.

Tipos C y D

  • Mama heterogéneamente densa: Este tipo de mama tiene el tejido heterogéneamente denso y su composición puede dificultar la detección de bultos que podrían ser malignos.
  • Mama muy densa: Mama con tejido extremadamente denso. Es el tipo de mama más difícil de diagnosticar.

“Los tipos de mama C y D tienen hasta cinco veces más riesgo de padecer un cáncer de mama que las A y B y más riesgo de que, cuando aparezca, no sea detectado a tiempo debido a la densidad de su tejido”, explica la doctora Pérez Rodrigo. El tipo de mama densa es más común entre las mujeres jóvenes, donde además los tumores son de crecimiento más rápido, lo que hace recomendable que su seguimiento sea anual. “Cuando se tiene este tipo de mama es conveniente añadir alguna otra prueba a la mamografía, como por ejemplo la ecografía o una resonancia magnética”, añade la doctora.

Por lo tanto, la detección temprana es clave para diagnosticar esta enfermedad antes de que aparezca cualquier tipo de síntoma, lo que favorece que a la paciente se le administre un tratamiento más sencillo y efectivo. “Es fundamental conocer el tipo de mama, porque permite conocer el riesgo individual de cada persona y, así, es posible la recomendación de un seguimiento personalizado para cada mujer”, concluye la doctora.