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Madrid, 5 de mayo de 2021.- Con alrededor de 3.645 casos al año en España, según los últimos datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el cáncer de ovario es una enfermedad poco frecuente si se compara con la incidencia de otros tipos de tumores, como el de mama con 26.000 casos anuales. A pesar de esta baja incidencia, el cáncer de ovario puede ser un tipo de tumor muy agresivo si se detecta en las fases avanzadas de su enfermedad. En este sentido, los últimos avances farmacológicos sitúan a los antiangiogénicos y a los inhibidores de PARP como la alternativa terapéutica más adecuada para el tratamiento, especialmente estos últimos que, para pacientes con mutación de BRCA, alcanzan una supervivencia libre de enfermedad mediana, según los últimos estudios sobre este tipo de fármacos, de hasta 56 meses frente a los 13 meses que se alcanzaban hasta el momento1.

“Estamos ante un tipo de tratamiento que funciona muy bien en pacientes con cáncer de ovario con mutación de BRCA, lo que suele ocurrir en el 20-30% de las pacientes. Muchas mujeres con cáncer de ovario avanzado recaen en la enfermedad a los 18 meses, pero, si les proporcionamos este fármaco, podrían llegar hasta los 56 meses”, señala el doctor Raúl Márquez, jefe de la Sección de Tumores Ginecológicos del Servicio de Oncología Médica en MD Anderson Cancer Center Madrid.

Los inhibidores de PARP son una serie de fármacos que intervienen en la reparación del daño genético, y se ha demostrado que, en primera línea; es decir, justo después de la cirugía o de la quimioterapia, consiguen altas tasas de remisión, especialmente en pacientes con mutación de BRCA y/o HRD (déficit de recombinación homóloga). Por el contrario, “hemos visto que otro tipo de tratamiento en el que se tenía gran esperanza como es la inmunoterapia, no ha demostrado una gran eficacia en el tratamiento de primera línea del cáncer de ovario2, no teniendo un papel muy relevante en la enfermedad”, apunta el doctor. 

Síntomas inespecíficos que dificultan un diagnóstico precoz

Si bien se han hecho esfuerzos encaminados a conseguir un diagnóstico precoz de la enfermedad gracias a un cribado poblacional como el que se hace en cáncer de mama y cuello de útero, la realidad es que un 70% de las mujeres son diagnosticadas en fases avanzadas, lo cual afecta de forma importante al pronóstico y evolución de la enfermedad.

Esto también puede deberse a que el cáncer de ovario es un tipo de tumor con síntomas inespecíficos, lo que dificulta su diagnóstico precoz. Estos síntomas pueden ser muy diferentes y muchas veces se relacionan con otras dolencias, como el malestar o dolor abdominal (gases, indigestión, presión, hinchazón, calambres), náuseas, diarrea, estreñimiento, pérdida del apetito, sangrado vaginal anormal, dolor de espalda, pérdida o aumento de peso o dolor durante las relaciones sexuales, entre otros. “Este abanico de síntomas dificulta que la paciente lo relacione con un problema de ovarios, y esto hace que llegue a nuestras consultas en estadios ya muy avanzados”, afirma el doctor Márquez. “Por eso recomendamos que, si alguno de estos síntomas dura varias semanas u ocurren más de 12 veces al mes, la paciente lo consulte con su médico y, por supuesto, acudir de forma periódica a revisiones ginecológicas”, continúa el doctor.

En cuanto a los factores de riesgo en la aparición del cáncer de ovario, la edad puede ser un factor determinante. No es habitual que una paciente sea diagnosticada de un cáncer de ovario a edad temprana, lo habitual suele ser en una franja de edad de entre los 45 y los 75 años. Asimismo, hay otra serie de factores de riesgo asociados como la enfermedad pélvica o la terapia hormonal sustitutiva que podrían estar asociados al cáncer de ovario. “Ante una paciente menor de cuarenta años, donde la abuela o la madre ha padecido cáncer de mama u ovario, tendríamos que sospechar la posibilidad de encontrar mutaciones familiares de BRCA”, confirma Márquez.